Lo que verán, leerán y oirán a continuación son narrativas del corazón que nos asoman a una ventana de las realidades que viven, duelen y esperanzan las juventudes en sus territorios. Aquí se encontrarán con las luces y las sombras, los miedos y las esperanzas individuales y colectivas, la fuerza de las abuelas, el grito liberador de alguien, la ternura del servicio comunitario, el dolor de la naturaleza, la complicidad en los vínculos, la rabia de lo injusto, lo sagrado y la inacabada posibilidad de transformar desde lo pequeño, la vida cotidiana.
Con el cuidado de estas pequeñas ranuras abiertas a las historias narradas, nos acercaremos a ellas desde de cinco senderos: 1) las afectaciones al cuerpo-tierra, 2) lo que nos oprime, 3) migración y arraigo digno, 4) territorios e identidades y 5) lo que nos da esperanza.
Cada sendero está integrado por un puñado de narrativas que generosamente hoy nos regalan estos jóvenes de la tercera generación de la ‘Escuela del Buen Vivir’; maneras en que los y las jóvenes encontraron para contarnos partes de su historia. Les invitamos a acercarse a estas ranuras de las historias vividas, con la ternura y el cuidado que tiene una abeja al tomar el polen de una flor.
La familia Pérez, quienes forman parte de un lugar pequeño y bello de nombre Las Bugambilias, solían levantarse muy temprano para ir al campo a trabajar. Esta familia estaba integrada por José, Rita, Amalia (de 6 años, hija de José y Rita) y Antonio el abuelo (abuelo de José).
El abuelo Antonio, siempre poniendo el ejemplo de levantarse temprano y dar gracias al amanecer y al sol, se hincaba a los cuatro puntos cardinales dando gracias por el nuevo día y pidiendo por un día alegre y productivo.
Todos trabajaban para el sustento de la familia, acostumbrados a usar machete, azadón y coa, porque el abuelo aconsejaba que era mejor trabajar respetando y cuidando a la Madre Tierra. Pero un día Don Antonio se enfermó y tras varios intentos de mejorar su salud desafortunadamente no se pudo hacer nada y perdió la vida...
María es una niña de 8 años, chaparrita, morenita con unos ojos muy grandes que le permiten ver la vida de distinta manera. Ella tiene una hermana que se llama Jaqueline, de 10 años; ellas dos no solían ser muy unidas, pero cuando miraban los árboles y el cielo se convertían en una misma y soñaban tener una casa o un columpio en el árbol que solían mirar.
Por cuestiones de la vida, tuvieron que cortar ese árbol porque iban a construir una casa, que al final del día nunca se llegó a construir. María y Jaqueline se pusieron a pensar por qué el ser humano tiende a eliminar la naturaleza, así que fueron con su tía María y su tío José a comentarles lo sucedido, ya que ellos eran testigos de la felicidad que se podía vivir en ese entorno, lo importante que era para sus sobrinas ese árbol…
Las acciones humanas han condicionado nuestro contexto de vida, no solo hoy, sino desde siempre, justificándose por las necesidades humanas.
Hay que entender que los problemas medioambientales son políticos, porque nos gobierna el desarrollo, la globalización y la economía de mercado basada en la competencia y la individualidad y en este modelo de producción de usar y tirar.
Hemos olvidado nuestra esencia humana y nos hemos aferrado a que todo gire en torno a nosotros, de satisfacer nuestras necesidades al grado de acelerar la destrucción de nuestro planeta Tierra. Sabemos que desde nuestra llegada como especie humana hemos desequilibrado elementos que han estado por millones de años, pero con el modelo de competencia basado en el sistema capitalista se ha acelerado y generado la mayor crisis ambiental…
Cuando Jaime tenía 10 años le gustaba ir al río a nadar junto con sus hermanos y amigos. El sonido del agua corriendo se mezclaba con los gritos de los niños que jugaban en el río. La brisa fresca les daba en el rostro. Jaime sonreía, Jaime era feliz. Cuando iba de regreso a casa observaba los enormes árboles que estaban al lado del camino y buscaba aves, ardillas o alguna fruta madura.
Todo lo recordaba Jaime 43 años después, mientras estaba en la sala de espera del aeropuerto. Lágrimas comenzaron a bajar por su rostro cuando recordó el día en que su padre murió y todo lo que ese suceso provocó. Su familia vendió la casa y los terrenos y migraron como ilegales a Estados Unidos. Se fueron y no regresaron al pueblo en todos esos años. Jaime dejó su pueblo, el río y sus amigos. Aunque Jaime quería regresar a visitar su pueblo, por distintas cuestiones no pudo. Ahora, después de tanto tiempo, por fin volvería a ese pueblo que tanto amó en su infancia…
Érase una vez, en un pequeño cafetal, habitaba una colibrí que se había quedado sola desde pequeña, siempre había querido tener compañía. Pasó el tiempo y ella tuvo a sus tres polluelos, justo en ese momento el señor colibrí fue cazado por un águila, por lo que ella se quedó sola con sus colibríes.
Ella nunca había salido fuera de su espacio y por la necesidad de alimento, para ella y sus polluelos, se tuvo que arriesgar; salió sin saber qué había afuera, ahí se dio cuenta de que el mundo estaba lleno de peligros y, desde ese momento, nada fue fácil en su camino…
Hace muchos años, en un pueblo muy hermoso, vivía una chica llamada María; era muy alegre y trabajadora. Un día como otros llegaron a pedir su mano y sus padres lo aceptaron sin su consentimiento. María tuvo que aceptar porque era parte de la costumbre de sus abuelos, hicieron fiesta y, finalmente, se casaron. Poco después tuvieron hijos y hasta ahí todo marchaba bien.
Unos años después empezaron los problemas familiares porque Pedro, su esposo, llegaba tomado y enojado a su casa. María le preguntaba por qué llegaba enojado y violento y la respuesta solo eran golpes para ella. Lo peor era que todo lo veían sus hijos, todo lo que pasaba dentro de la casa, cómo maltrataban a su madre, ellos se asustaban y solo se ponían a llorar, porque no sabían cómo defender a su madre.
Un día del mes de abril Domingo regresaba de la milpa preocupado pues pensaba en el futuro de su familia, caminaba pensativo y, a la vez, escuchando el canto de los pájaros. Al llegar a casa, Margarita, su esposa, terminaba de tortear y Juanito, el hijo de cinco años, estaba sentado junto a la mesa. Margarita llamó a Domingo a comer. Una vez reunidos los tres en la mesa, Domingo expuso su decisión de irse a trabajar fuera del pueblo…
Mi nombre es Rocío Balvina Miranda Ardeano, tengo 25 años, tengo tres hermanos y cuatro hermanas, vivo en una comunidad llamada Nuevo Paraíso Catarina, en San Marcos, Guatemala.
He pasado por muchos procesos, muchos cambios en mi vida, pero hay un momento que más resalta y puedo decir que también fue el más doloroso. Esto pasó hace 17 años, cuando yo tenía 8 años, mi padre decidió viajar hacia Estados Unidos. Mi papá se llama Honorio Miranda y mi mamá Ignacia Ardeano. Debido a las pocas oportunidades de trabajo que había en mi comunidad, mi papá decidió realizar este viaje, a pesar de mi corta edad sentí que en ese momento gran parte de mi vida se iba con él, la tristeza invadía mi corazón, el enojo de no poder hacer nada para cambiar la situación, no soportaba la idea de estar sin mi papá, con el simple hecho de pensar en esa ausencia y en ese dolor que esa decisión causó a mi familia, pensar en todas las cosas que tendría que enfrentar sola, y también acompañada del miedo…
Hace mucho tiempo una niña llamada I’q nació en una comunidad muy alegre y vegetativa, donde las personas son muy solidarias. I’q era una niña muy alegre de piel morena y complexión delgada, la más chica de una familia de seis hijas. Con el paso de los años I’q fue creciendo y su temperamento fue cambiando, era fuerte, se enojaba con situaciones complejas, como el viento que destruía todo a su paso, manipuladora, vengativa, hiriente con las palabras que decía, quería que todas las personas estuvieran siempre a su favor…
Esta es la historia de Tonalli, de 20 años, que pertenecía a una comunidad indígena, ahí vivía con sus padres, sus tres hermanas y su abuela Zulia, una señora de 80 años. Ella era la mujer más respetada de la comunidad, una mujer con gran conocimiento sobre la Madre Tierra, pero en especial sobre las plantas curativas que había en el bosque; se contaba que sabía todos los secretos del bosque y que los dioses le hablaban porque ella les tenía gran respeto y les hacía ofrendas…
Apenas el sol se asomaba por las montañas de Yaxal Ton, Rosa ya estaba camino a la milpa, era tiempo de limpia así que debía ir muy temprano para ganarle unas horas al sol. Cuando el azadón estaba a punto de tocar la tierra, Rosa recordó que había soñado a su abuela, en su sueño le decían: “No tengas miedo, confía, la tierra que a nosotras nos fue negada será tuya. No será fácil, pero recuerda que siempre estaremos a tu lado”. Ese día no prestó mucha atención al recuerdo del sueño, sin embargo, los días siguientes las palabras de su abuela resonaron con fuerza en su cabeza…
Tenejapa es un municipio rodeado de altas montañas y bosques, un lugar donde las nubes tocan la tierra, donde las lluvias caen con gran intensidad, un territorio donde grandes árboles y helechos se elevan por los bosques.
Ahí, en este territorio, se encuentra una pequeña comunidad, un espacio donde sus habitantes se han organizado de una forma única para mantener la armonía con el entorno que les rodea. Hablo de mi barrio, el barrio Carmen Esperanza.
En una pequeña comunidad, en lo alto de las montañas, los habitantes acostumbraban a tirar siempre la basura y no la reciclaban. Por eso la comunidad y sus calles siempre estaban sucias. Un día una pequeña niña llamada Camila fue a tirar la basura en el lugar donde siempre acostumbran. Al llegar al lugar, se encontró con una pequeña criatura y observó cómo devoraba la basura que todos los habitantes tiraban todos los días…
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Mirar desde el territorio, juventudes por el Buen Vivir es un trabajo colaborativo entre las y los jóvenes que participaron en la tercera generación de la ‘Escuelita del Buen Vivir’: Matea Jiménez López; María Alondra Domínguez Rodríguez; Darwin Andrés López Hernández; Noé Abimael Gómez Cruz; Joel de Jesús Santiz López; Everardo Álvarez López; Julio Enrique Guzmán Gómez; Mishel Amayrane Cruz Cruz; Claudia Virginia Sánchez Pérez; Dany Pérez Cruz; Bárbara Griselda Álvaro Arcos; Sandra Espinosa Guzmán; Rocío Balvina Miranda Ardeano; Angélica Matilde Gómez Bravo; Litzy Nayeli Díaz Ruiz; María Elena Moshan Álvarez; Pedro Gómez Luna; y Wilfrido Velázquez López; las coordinadoras que compilaron estas narrativas: Graciela Osornio Morales, Limbania Vázquez Nava y Deyanira Clériga Morales; y el equipo de DVV Internacional Centroamérica, México y El Caribe.
Agradecimientos especiales para Voces Mesoamericanas Acción con Pueblos Migrantes, El Colegio de La Frontera Sur y Pronatura Sur - Moxviquil, organizaciones que implementaron la propuesta pedagógica de la “Escuela del Buen Vivir” en comunidades de Chiapas (México), basadas en un proceso de enseñanza-aprendizaje con sujeto, con naturaleza y con territorio.